martes, 15 de abril de 2014

Un ejemplo para Silverio

El Diácono Silverio Osorio. Domingo de Ramos bajo el sol maracucho


Hace unos días, el amigo Silverio Osorio, seminarista de la Arquidiócesis de Maracaibo, fue ordenado diácono. Lamentablemente, no pude llegarme hasta allá para y darle mis parabienes. Silverio es un joven con una firme vocación y serias inquietudes culturales. Siempre le digo que la formación del Seminario no debe bastar, sino que debe enriquecerla cada día más; ese es un deber.

El Viernes de Concilio, el Seminario Santo Tomás de Aquino, de Maracaibo, le encomendó la prédica del día. No me extrañó pues Silverio es un hombre serio que no va a decir tonterías. Lo incité a que investigara un poco y se animara en preparar su prédica, que yo le pediría el Paráclito que lo iluminara. Le deseé que su actividad fuera tan brillante como las homilías de Mons. Olegario Villalobos, o como las famosas Siete Palabras que predicaba todos los Viernes Santos Mons. Jesús María Pellín. Él sabe a qué me refiero. Le ofrecí una sorpresa como regalo de ordenación y ahora le cumplo.

Comenzaremos con una breve semblanza que hizo en los años 50 el padre Juan Francisco Hernández en su libro Vida y Destino (Impresores Laca, Caracas, 1958):
Mons. Jesús María Pellín, en 1954
Una de las cosas que más llaman la atención en toda la actuación periodística de Monseñor Pellín es su profundo respeto por la persona humana, que de inmediato se desprende inclusive del hermoso lema que se destaca en el mismo cabezal de su periódico: "Amad a los hombres. Detestad los errores"...
Quizá eso de diferenciar entre el error y el errado, entre el pecado y el pecador, entre la ideología y el hombre..., le costó a Pellín más de una contrariedad. Es que no falta en esta viña del Señor quien piense que es necesario caerle a piedras a todo el que sea comunista y acabar a pescozadas las reuniones de los protestantes.
El otro día, por ejemplo, en un artículo contra los presuntos errores de cierto periodista, leía yo que este periodista, a quien se acusaba de heterodoxo, había escrito un libro perfectamente herético y anticatólico. El libro, que me obsequió su autor, lo leí y lo leyeron también en la insospechable revista "Sic" de los jesuitas, y nada de eso le dijeron en la nota bibliográfica. Posteriormente, yo mismo lo entrevisté en mi programa "Lo de Hoy Domingo", y tampoco salieron herejías al aire. Esto es lo que no hace Pellín: mentir para defender la religión, porque él sabe que Dios no necesita de nuestras mentiras (...)
Monseñor Pellín tiene dos vicios que le conocemos muy bien sus amigos íntimos: el teléfono y el tabaco. Y cuando combina los dos, algo se trama.
Hay que verlo, con un tabaco en la boca y uno o dos teléfonos pegados a las orejas, arguye, suplica o increpa. Yo creo que el teléfono le ha ganado a Monseñor Pellín más polémicas que todas sus notas editoriales... Él prefiere siempre polemizar por teléfono antes de llevar las controversias a las columnas de la prensa, desde las cuales no siempre el pueblo fiel saca la mejor parte de sus ganancias espirituales. Antes que la pueril vanidad aldeana del propio nombre y el propio prestigio personal, "está el bien de la Iglesia y de las almas", que es lo que busca siempre el Pellín periodista, inseparable del Pellín sacerdote.
En los cinco años que trabajé con él y a lo largo de todos estos años posteriores, nunca pude averiguar exactamente cuántos tabacos se fuma al día Monseñor Pellín. A lo mejor, tantos como mi primo político Miguel Octavio, el viejo. Sin embargo, como soy fumador, tengo mis dudas sobre si Monseñor Pellín fuma tabacos inhalándolos y saboreándolos o "quema" tabacos. Yo creo que se contenta con quemarlos para sedar un poco sus nervios. Yo, siendo tabaco, protestaría...
Un tabaco ofrecido a tiempo lima esperezas y abre caminos al apostolado. llega, a veces, a desarmar al adversario hostil. Eso lo sabe Monseñor Pellín.
Monseñor Pellín ha sido un abanderado de la convivencia, convivencia que no tiene que ser confundida -¡mucho ojo!- con la fuga ideológica o con la rendición o renuncia de los propios principios sustentados. Convivencia que no es liberalismo, sino amor y respeto a la santa libertad de los hijos de Dios; ni es tampoco medievalismo reaccionario, sino amor y respeto a nuestra vocación cristiana y a todas sus exigencias. Mucho de esto lo puede hacer Monseñor Pellín con el acierto y la elegancia que comunican a sus posturas esa gran autoridad moral de que goza en nuestro medio y ese prestigio personal suyo, que otros se afanan inútilmente en improvisar,
En los agitados años del 36 y del 37, a los hombres que combatió Pellín, ideológicamente, los hizo después sus mejores amigos.
Ese ha sido el gran secreto de Pellín: diferenciar el error -odiándolo- del hombre que lo sustenta y a quien hay que amar.
Pellín combatió a los marxistas terriblemente, demoledoramente y ¿por qué no? violentamente; lo cual no fue obstáculo para que el mismo Pellín acudiera el primero a la cárcel a llevarles la palabra generosa y confortadora y los tabacos, por supuesto, y se preocupara posteriormente por sus familias cuando salieron al destierro. Y todo esto sin gestos, sin esas odiosas actitudes de protección humillante de quien se hace sentir benefactor o de quien pretende comprar una ideología.
Nada de eso. Muy al contrario: todo sencillamente, cordialmente, cristianamente, sacerdotalmente. 

Nos falta aún referirnos a la Siete Palabras que predicaba Monseñor Pellín todos los Viernes Santos, por la radio y en los diversos templos de Caracas. Esta actividad, hasta 1969, año en que fallece, fue sinónimo de Semana Santa. Nos cuenta Óscar Yanes:
Él era el orador más brillante de la Semana Mayor, las mujeres y los hombres de todas las clases sociales venían hasta del interior del país a escuchar las siete palabras de Monseñor Pellín. (...) Las emisoras de radio se peleaban la transmisión de las siete palabras de Monseñor Pellín; lo asaltaban los concesionarios de las estaciones de radiodifusión. Era como una estrella a quien le pedían la exclusiva de sus siete palabras hasta que el propio padre fundó la emisora "La Voz de la Patria", que pasó a tener, entonces, la exclusiva...
El padre Pellín aprovechaba para hacer una radiografía, un examen de la situación venezolana, no se le salvaba nadie: ni los ricos, ni los borrachos, no se le salvaban  las mujeres que llamaban de vida alegre; el padre Pellín daba la impresión que durante todo el año iba anotando los pecados de los venezolanos para desnudarnos a todos en Semana Santa.
Pellín fue director del diario La Religión, por más de treinta años. Era periodista y sus siete palabras estaban llenas de noticias, todo era noticia; podemos decir que periodísticamente las siete palabras de Monseñor Pellín eran siete reportajes, cada palabra era un reportaje. Bueno, se hizo tan famoso que las congregaciones religiosas y las iglesias se disputaban como la gran atracción de la Semana Mayor; le llovían peticiones dos meses antes; entonces el padre Pellín contrató un chofer, alquiló un automóvil -que estacionaba a la puerta de la iglesia-; apenas Monseñor pronunciaba la última palabra, salía corriendo del templo, se montaba en el carro y volaba para otra iglesia. Monseñor Pellín llegó a tener un récord de pronunciar en un Viernes Santo, cuatro, cinco y hasta seis veces los discursos de las siete palabras. Cada uno tenía una característica distinta, por ejemplo, en el templo de El Valle, en la vieja iglesia, el padre Pekllín siempre hablaba de política.
En La Pastora o en Las Mercedes se refería al problema de las mujeres que no daban el ejemplo, lo que él llamaba "las chicas zafadas", que eran una tentación en la calle. Pero las personas cultas preferían al padre Pellín cuando hablaba en Santa Teresa, porque sus discursos en esta basílica eran unos sermones que parecían más bien análisis sociológicos de los venezolanos...
Lápida sepulcral de Mons. Jesús María Pellín, Obispo Titular de Aguas Tibilitanas y Auxiliar de Caracas
Catedral de Caracas

2 comentarios:

  1. Agradecido por tu regalo don Abraham. Que Dios siga derramando abundantes bendiciones sobre ti.

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    1. Amen, amen, Silverio. Sigo pidiendo por tí. Ahora estás en la lista N° 5, pronto a pasar a la 2. Dios te bendiga y haga de ti un santo sacerdote (cuando Él quiera)

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