jueves, 9 de mayo de 2013

Los carnavales del Obispo (o la oración de cuartilla y media)

Nuestra Señora de la Luz, que se venera en León, Guanajuato, México.
Circa 1722
Arístides Rojas, curioso de las antigüedades criollas, dedica más de un texto a la obra de don Diego Antonio Diez Madroñero Obispo de Caracas y Venezuela (aquí y aquí), quien con celo apostólico trató de reformar las costumbres díscolas de sus ovejas con decisiones que marcaron por mucho tiempo el espíritu y costumbres del obispado. Diez Madroñero, devoto de Nuestra Señora de la Luz, la invocaba con frecuencia y desplegó grandes esfuerzos en inculcar esta devoción entre los feligreses. En la Catedral de Caracas se conserva un cuadro de esta advocación que procede de la época de este ilustre prelado. La figura de Leviatán (esquina inferior izquierda) fue censurada desde 1760 por la Iglesia Católica y fue sustituida por unas llamas que aludían al Purgatorio, o unas nubes oscuras simbolizando el pecado. El cuadro de la Catedral muestra las nubes oscuras.

Uno de los artículos de don Arístides se refiere las medidas tomadas por el Prelado para frenar los excesos del carnaval. De allí extraigo el mensaje del buen Obispo que debe ser, a mi juicio, la oración más larga jamás escrita en la historia de Venezuela (todo un interminable párrafo); es casi una página con muchas comas y un sólo punto. Propongo como ejercicio, leerlo a viva voz a ver cuánto se aguanta. El texto está tomado de Crónica de Caracas (Ministerio de Educación, Caracas, 1988).
Nos, Don Diego Antonio Diez Madroñero, por la gracia de Dios y de la Santa Sede Apostólica, Obispo de Caracas y Venezuela, del Consejo de su Majestad.
Entre los muchos y singulares efectos que como favor especialísimo celebramos haber causado en los piadosos ánimos de sus devotos súbditos, la Madre Santísima de la Eterna Luz, Divina Pastora de esta ciudad y obispado, son muy notables y maravillosos (si maravilla es, que a los dulces silbos y armoniosas voces de María hasta los efectos, obediente se sujetan a la razón y a la razón de Dios) cuantos admiramos, particularmente en las carnestolendas del año próximo pasado, las semanas precedentes a ellas, y en el siguiente santo tiempo de Cuaresma, en que convidados por la Santa Iglesia a penitencia, a una devota tristeza y al ejercicio de las virtudes, cuando el mundo ostentando escenas en sus teatros como lícita, las más vivas y artificiosas expresiones de libertad en juegos, justas, bailes, contradanzas y lazos de ambos sexos, contactos de manos y acciones descompuestas e inhonestas y cuando honestas indiferentes, siempre peligrosas, llamaba a los deleites corporales aquellos nuestros súbditos, fieles siervos de Nuestra Señora, combatiendo y despreciando constantemente hasta hasta los atractivos halagüeños de semejantes diversiones profanas, admitieron gustosos aquel convite espiritual, prefiriendo entre sí mismos con santa emulación por participar de las delicias celestiales preparadas en los sagrados banquetes y espectáculos representados, ya en las iglesias, donde estuvo expuesta su Majestad Sacramentada, ya en las procesiones de Semana Santa, ya en los rosarios convocatorios, ya en los demás ejercicios piadosos repetidos en los días de Cuaresma, habiendo asistido todos dando recíprocos ejemplos con su más fervorosa devoción y compostura, sin excepción de los niños y párvulos que abstenidos de las travesuras pueriles de que el enemigo común solía valerse y retraer de las iglesias a los devotos, no fueron los que menos edificaron, advertidos, sin duda, de sus párrocos, maestros prudentes y devotos, padres de familia de cuido, celo y eficacia en el cumplimiento de sus muchas y gravísimas obligaciones, pende muy principalmente la universal santificación de este pueblo y Obispado, a que esperamos nos ayuden unos y otros cooperando en cuanto les sea respectivo, perseverantes en la soberana protección necesaria, y en los medios y ejercicios santos practicados el año precedente que haremos notorio, se les facilitaron repitiéndolos, y que nuevamente les invitamos, satisfechos en la constancia de sus santas resoluciones y buenos propósitos, con que desterrados perpetuamente el carnaval, los abusos, juguetes feroces y diversiones opuestas a nuestro fin, se radiquen más y más las virtudes y buenas costumbres, aumenten en los piadosos estilos e introduzcan firmemente como loable el de continuar la custodia de esta ciudad para que, fortalecida con el número inexpugnable de la devoción de María, Señora Nuestra, y quitado embarazo el domingo, lunes y martes de carnestolendas, permanezca defendida y concurran los fieles habitadores de María, sin estorbo a adorar a su Divina Majestad Sacramentada, en las iglesias, donde se expondrá a la veneración de todos, convocados por sus Santos Rosarios que salgan de las respectivas, donde se hallan situados a las cuatro según ordenamos a todas las cofradías, congregaciones o hermandades y personas a cuyo cargo están; dispongan y saquen en las tres tardes en el inmediato carnaval dirigiendo cada cual el suyo por las cuadras que circundan las iglesias de sus establecimiento, sin juntarse con otro, volviendo y concluyendo en la misma forma con la plática mensual en que, confiamos del fervor y facilidad de los predicadores, tocarán algún asunto conducente a desviar a los fieles de las obras de la carne y atraerlos a la del espíritu con que les templen la ira de Dios irritadas por las culpas de las carnestolendas y Semana Santa. En testimonio de lo cual damos las presentes, firmadas, sellas y refrendadas en forma en nuestro Palacio Episcopal de Caracas, en catorce de febrero de mil setecientos cincuenta y nueve. DIEGO ANTONIO, Obispo de Caracas.
Por mandato de su Señoría Illma., mi Señor. Don José de Mejorada. Secretario. Letras congratulatorias, invitatorias y exhortatorias por las que ordena su Señoría Illma. la repetición de rosarios en los tres días del carnaval confiando no se manifestarán menos devotos en este año. sus muy amados y piadosos súbditos, que lo ejecutaron en el pasado, hasta los niños. 
Caracas en 1775 "exato mapa". Se pueden apreciar las calles, plazas e iglesias existentes.
Dudo que exista alguna oración completa tan larga como esta en la historia de la escritura en Venezuela; a no ser que algún vanguardista reciente se haya animado a competir con el Obispo Diego Antonio Diez Madroñero, de feliz memoria.

Chistes aparte, este ilustre obispo dejó huellas en Caracas, en las costumbres de sus ciudadanos y en la nomenclatura de algunas esquinas del centro de la ciudad. No logró inculcar la devoción por Nuestra Señora de la Luz, pero si amainar en algo la vulgaridad y el desorden del carnaval caraqueño.


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