viernes, 19 de abril de 2013

¿A quién creerle?

Mural de Tito Salas representando una escena: Simón Bolívar  ante las ruinas del Convento de
San Jacinto, lanza su arenga... "Si la naturaleza se opone..."
Casa Natal del Libertador, Caracas
Si es malo creerse la propia propaganda política, peor aún es creerse la del enemigo que trata de desacreditarnos. Mas es de tontos perpetuar el error sin revisar las fuentes y cerciorarse de su credibilidad. Esta mañana, mientras buscaba entre mis libros algo que colocar en esta bitácora, me puse a leer Recuerdos sobre la revolución de Caracas (Biblioteca de la Academia Nacional de la Historia, Caracas, 1961) por el doctor José Domingo Díaz, el médico realista y resentido social de la época de la lucha por la independencia, que no escatimó recursos y tiempo en denigrar de los republicanos y en especial contra el "insensato", "sedicioso" y "pervertido" don Simón Bolívar. Es un texto difícil de leer por lo subjetivo y panfletario y, sin embargo, tiene el encanto de la pasión política desmedida en la que incurren los fanáticos de izquierda y derecha

Pensé poner lo que se refiere al 19 de abril de 1810, pero al final me decidí por el terremoto del Jueves Santo, 26 de marzo de 1812, que se ha prestado a la mitología criolla: Veamos qué nos dice este mulato realista:
En estos mismos días y circunstancias (se refiere al avance de Domingo Monteverde), los acontecimientos de otro género cambiaron la faz de todos los negocios; y aquel Dios que regla a su voluntad y por v su infinita sabiduría, el orden de la naturaleza, descargó el brazo de su justicia sobre el territorio de la culpable Caracas.
(...) Eran las cuatro, el cielo de Caracas estaba extremadamente claro y brillante, una calma inmensa aumentaba la fuerza de un calor insoportable, caían algunas gotas de agua sin verse la menor nube que las arrojase, y yo salí de mi casa para la Santa Iglesia Catedral. Como cien pasos antes de llegar a la plaza de San Jacinto, convento del Orden de Predicadores, comenzó la tierra a moverse con un ruido espantoso; corrí hacia aquélla, algunos balcones de la Casa de Correos cayeron a mis pies al entrar en ella, me situé fuera del alcance de las ruinas de los edificios y allí vi caer sobre sus fundamentos la mayor parte de aquel templo, y allí también, entre el polvo y la muerte, vi la destrucción de una ciudad que era el encanto de los naturales y de los extranjeros.
A aquel ruido inexplicable sucedió el silencio de los sepulcros. En aquel momento me hallaba solo en medio de las ruinas; oí los alaridos de los que morían dentro del templo, subí por ellas y entré dentro del recinto. Todo fue obra de un instante. Allí vi como cuarenta personas, o hechas pedazos, o prontas a expirar por los escombros. En lo más elevado encontré a don Simón Bolívar que, en mangas de camisa, trepaba por ellas para hacer el mismo examen. En su semblante estaba pintado el sumo terror o la suma desesperación. Me vio y me dirigió estas impías y extravagantes palabras: Si se opone la Naturaleza, lucharemos contra ella y haremos que nos obedezca. La plaza estaba ya llena de personas que lanzaban los más penetrantes alaridos. Volví a mi casa, tomé mi familia y la conduje a aquel sitio.
Eso es todo lo que dice el Dr. Díaz sobre Simón Bolívar ante las ruinas de San Jacinto: en mangas de camisa, por curiosidad y tal vez para ayudar, entra a las ruinas y le expresa a un conocido (Díaz), de quien sabe es fiero opositor a la independencia, esa frase "impía y extravagante" El cuadro de Tito Salas que encabeza este artículo falsea la escena, al igual que los historiadores clásicos venezolanos. El cuento de José Domingo Díaz fue creciendo con el tiempo y se convirtió, de manos de los masones y la tradición, en un acto de afirmación épico-revolucionaria sin haber leído el texto original. La idea del médico era dejar mal parado a Bolívar ante sus conciudadanos, al presentarlo al menos como insensible e impío.

El Dr. Díaz menciona un caso similar poco más tarde que sí muestran una gran insensibilidad ante el dolor ajeno y el caos ocasionado por esta tragedia, pero el protagonista no era Bolívar, sino don Rafael de León, mayordomo de los hospitales (más grave aún):
Poco tiempo después de estar en ella se dio una prueba pública del delirio revolucionario. Mientras el R. P. Prior de los Dominicos, puesto sobre una mesa en medio de la multitud asombrada y llorosa, pronunciaba una vehemente oración, mientras el Dr. don Nicolás Anzola, Regidor del  19 de abril, pedía de rodillas y a gritos perdón al Señor Don Fernando VII, mientras todos estábamos mirando nuestros sepulcros abiertos a nuestros pies, se presentó el mayordomo de los hospitales, don Rafael de León, con el semblante más alegre y risueño que he visto jamás, felicitando a todos por haber tan patentemente declarado Dios su voluntad destruyendo hasta las casas hechas por los españoles. ¡Ceguedad extrema y estado propio del espíritu cuando está apoderado del delirio de la independencia!
Más interesante es lo que relata sobre los sucesos inmediatamente posteriores al sismo. Otro día comentaremos el libro del Dr. José Domingo Díaz (por aquí), editado por la A. N. H. como parte de las celebraciones del sesquicentenario de la independencia.


2 comentarios:

  1. Poco leo de Historia de Venezuela, y no por un rechazo visceral, es porque la Historia Universal me atrapa por completo en mi interés.
    Pero este libro me llama la atención ¿se consigue con facilidad?
    Un abrazo

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    1. La historia venezolana tiene mucho de mitolología y lugares comunes, particularmente lo relativo al proceso de independencia.

      El libro rara vez se consigue bajo en puente de la Av. Fuerzas Armadas o en la Pulpería del libro venezolano. Hace unos 2 años Tomás Straka publicó un libro con una selección y análisis de los artículos de José Domingo Díaz. "Contra Bolívar" (Libros Marcados, Caracas 2009). Ese libro es mejor que el de la Academia porque evita el subjetivismo bolivarista.

      Un abrazo y feliz día.

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