lunes, 26 de noviembre de 2012

El abuelo que saltó por la ventana y se largó


El abuelo que saltó por la
 ventana y se largó.
Portada
Hace unos días, uno de mis libreros me recomendó la novela El abuelo que saltó por la ventana y se largó (Salamandra, Barcelona, 2012) del autor sueco Jonas Jonasson; me dijo que tenía buena crítica como literatura ligera y que no la pasaría mal leyéndola. Nunca había leído obra alguna de  un autor sueco y me pareció bueno explorar ese mundo.

Leí en la contraportada:
Momentos antes de que empiece la pomposa celebración de su centésimo cumpleaños, Allan Karlsson decide que nada de eso va con él. Vestido con su mejor traje y unas pantuflas, se encarama en una ventana y se fuga de la residencia de ancianos en la que vive, dejando plantados al alcalde y a la prensa local. Sin saber adonde ir, se encamina a la estación de autobuses, el único sitio donde es posible pasar desapercibido. Allí, mientras espera la llegada del primer autobús, un joven le pide que vigile su maleta, con la mala fortuna de que el autobús llega antes de que el joven regrese y Allan, sin pensarlo dos veces, se sube con la maleta, ignorante de que en el interior de ésta se apilan, ¡santo cielo!, millones de coronas de dudosa procedencia. Pero Allan Karlsson no es un abuelo fácil de amilanar. A lo largo de su centenaria vida ha tenido un montón de experiencias de lo más singulares: desde inverosímiles encuentros con personajes como Franco, Stalin, o Churchill, hasta amistades comprometedoras como la esposa de Mao, pasando por actividades de alto riesgo como agente de la CIA o ayudar a Oppenheimer a crear la bomba atómica. Sin embargo, esta vez, en su enésima aventura, cuando creía que con su jubilación había llegado la tranquilidad, está a punto de poner todo el país patas arriba.
(...) Johansson ha urdido una historia extremadamente audaz e ingeniosa, capaz de sorprender constantemente al lector, pero el verdadero regalo es su personaje protagonista, Allan Karlsson, un personaje de un maravilloso sentido común, un abuelo sin prejuicios que no está dispuesto a renunciar al placer de vivir. 
Disfruté en grande las aventuras y peripecias de Allan, que no es otra cosa que un paseo por la historia política del siglo XX. Las situaciones en las que se ve envuelto parecen salidas de un teatro del absurdo y son a la vez tan reales que uno puede imaginárselo diciéndole a Stalin que se afeite el bigote, o tomando tequila en una taquería de Los Álamos con Harry Truman. Muchos de los sucesos hacen reír por lo absurdo de  la situación en momentos tan serios. Me gustó y lamento que no sea más larga. No es una gran obra de literatura, pero cumple con su cometido de entretener. No todo puede ser rigor. La traducción, como todas las hechas en España, adolece de pintoresquismo de bajo fondo español, que para el público hispanoamericano puede sonar fuera de lugar. ¿Se imaginan a un sueco con expresiones como gilipollas, hostias, cachondeo, o tío?


Jonas Jonasson
1962-
Autor

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