lunes, 30 de julio de 2012

El país de afloja y aprieta

Félix María de Samaniego
1745-1801
Autor
El público de habla hispana asocia a Samaniego con sus inocentes fábulas, basadas las más de las veces en las de Esopo, que nos dejan muchas enseñanzas morales a través de los simples diálogos entre animales, o personajes simples.

También fue don Felix María autor de cuentos eróticos, chistes verdes y una grata literatura burlesca. Los publicó en una obrita titulada El Jardín de Venus, que pertenece a la corriente de literatura libertina del siglo XVIII, pero esta tiene el agregado de la picardía y salero españoles. Mi primer Jardín de Venus fue una edición de los años 70 (Akal, 1977) fascímil de la de López Barbadillo -que presté y no me devolvieron-, y luego adquirí hace unos años la edición de Emilio Palacios Fernández (Biblioteca Nueva, Madrid, 2004). De esta edición, extraigo el cuento El país de afloja y aprieta, que, sin duda, hace sonreir.


EL PAÍS DE AFLOJA Y APRIETA

En lo interior del África buscaba
cierto joven viajero
un buen pueblo en que a todos se hospedaba
sin que diesen dinero;
y con esta noticia que tenía
se dejó atrás un día
su equipaje y criado,
y, yendo apresurado,
sediento y caluroso,
llegó a un bosque frondoso
de palmas, cuyas sendas mal holladas
sus pasos condujeron
al pie de unas montañas elevadas
donde sus ojos con placer leyeron,
en diversos idiomas esculpido,
un rótulo que hacía este sentido:
"Esta es la capital de Siempre-meta,
país de afloja y aprieta,
donde de balde se goza y se mantiene
todo el que a sus costumbres se conviene".
-¡He aquí mi tierra!, dijo el viandante
luego que esto leyó, y en el instante
buscó y halló la puerta
de par en par abierta.
Por ella se coló precipitado
y vióse rodeado,
no de salvajes fieros,
sino de muchos jóvenes en cueros,
con los aquellos tiesos y fornidos,
y armados de unos chuzos bien lucidos,
los cuales le agarraron
y a su gobernador le presentaron.
Estaba el tal, con un semblante adusto,
como ellos, en pelota; era robusto
y en la erección continua que mostraba
a los demás sobrepujaba.
Luego que en su presencia estuvo el viajero,
mandó le desnudasen, lo primero,
y que con diligencia
le mirasen las partes genitales,
que hallaron de tamaño garrafales.
La verga estaba tiesa y consistente,
pues como había visto tanta gente
con el vigor que da Naturaleza,
también el pobre enarboló su pieza.
Como el gobernador en tal estado
le halló, díjole: - Joven extranjero,
te encuentro bien armado
y muy en breve espero
que aumentarás la población inquieta
de nuestra capital de Siempre-meta;
mas antes sabe que es el heroísmo
de sus hijos valientes
vivir en un perpetuo priapismo,
gozando mil mujeres diferentes;
y si cumplir no puedes su costumbre,
vete, o te expones a una pesadumbre.
- ¡Oh! Yo la dejaré desempeñada,
el joven respondió, si me permite
que en alguna belleza me ejercite.
Ya véis que está exaltada
mi potencia, y yo quiero
al instante jo...
                   - ¡Basta! Lo primero,
dijo el gobernador a sus ministros,
se apuntará su nombre en los registros
de nuestra población; después, llevadle
donde se bañe; luego, perfumadle;
después, que cene cuando se le antoje;
y después enviadle quien le afloje.
Dijo y obedecieron,
y al joven como nuevo le pusieron,
lavado y perfumado,
bien bebido y cenado,
de modo que en la cama, al acostarse,
tan sólo panza arriba pudo echarse.
Así se hallaba, cuando a darle ayuda
una beldad desnuda
llegó, y subió a su lecho;
la cual, para dejarle satisfecho,
sin que necesitase estimularlo,
con diez desagües consiguió aflojarlo.
Habiendo así cumplido
las órdenes, se fue y dejó dormido
al joven, que a muy poco despertaron
y el almuerzo a la cama le llevaron,
presentándole luego otra hermosura
que le hiciese segunda aflojadura
Esta, que halló ya lánguida la parte,
apuró los recursos de su arte
con rápidos meneos
para que contentase sus deseos,
y él, ya de media anqueta, ya debajo,
tres veces aflojó, ¡con qué trabajo!
No hallándole más jugo
ella se fue quejosa,
y otra entró de refresco más hermosa,
que, aunque al joven le plugo
por su perfección rara,
no tuvo nada ya que le aflojara.
Sentida del desaire,
esta empezó a dar gritos, y no al aire,
porque el gobernador entró al momento
y, al ver del joven el aflojamiento,
dijo en tono furioso:
-¡Hola! Que aprieten a este perezoso.
Al punto tres negrazos de Guinea
vinieron, de estatura gigantea,
y al joven sujetaron,
y uno en pos de otro a fuerza le apretaron
por el ojo fruncido,
cuyo virgo dejaron destruido.
Así pues, desfondado,
creyéndole bastante castigado
de su presunción vana,
en la misma mañana,
sacándole al camino,
le dejaron llorar su desatino,
sin poderse mover. Allí tirado
le encontró su criado,
el cual le preguntó si hallado había
el pueblo en que en balde se comía.
- ¡Ah, sí, y hallarlo fue mi desventura!
el amo respondió.
                -Pues ¿qué aventura,
el mozo replico, le ha sucedido,
que está tan afligido?
En esa buena tierra
no puede ser que así le maltrataran.
- Mil deleites, el amo dijo, encierra
y, aunque estoy desplegado, yo lo fundo
en que si como aflojan no apretaran,
mejor país no habría en todo el mundo.


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